Orígenes de la ortografía
Lee este artículo escuchando "Almost Blue", de Chet Baker.*
En 1741, dos años después de la publicación del sexto y último tomo del Diccionario de autoridades, aparece ya la primera edición de la ortografía académica. Las novedades que ofrece el tratado son considerables; entre otras, la etimología deja de ser el criterio fundamental y decisivo, y comienzan a ser tenidos en cuenta la pronunciación y el uso.
Desde esa fecha se han publicado más de quince ediciones de la obra, además de prontuarios y compendios destinados al uso escolar. Las sucesivas ediciones han ido adaptando y simplificando los usos antiguos, sin perder nunca de vista el deseo de unidad idiomática. La última edición de la ortografía académica se publicó en 2010.
La actual ortografía española empieza a codificarse desde el siglo XVIII, con el establecimiento en 1727 de las primeras normas ortográficas por parte de la Real Academia Española al poco tiempo de su fundación. Hasta ese momento las vacilaciones en las grafías eran constantes: unos optan por soluciones fonémicas, tratando de adecuar su escritura a la pronunciación oral, y otros se decantaban por criterios etimologizantes, manteniendo grafías que carecían de correspondencia en la pronunciación del español de la época. El resultado era una falta de unidad que dificultaba la comprensión.
Actualmente las 22 academias del español mantienen acuerdos que garantizan la unidad ortográfica. De este modo, la edición de la Ortografía de la lengua española (1999) fue la primera en ser elaborada con la colaboración consensuada de todas las academias de América y de Filipinas.
Fuentes frecuentes de problemas en el uso de la ortografía son las grafías que presentan igual sonido, como la "b"/"v" (betacismo), "c"/"s"/"z" (seseo y ceceo), "g"/"j", "ll"/"y" (yeísmo). Otros aspectos problemáticos son la utilización correcta de los signos de puntuación y la acentuación gráfica (tildación). La ortografía del español utiliza una variante modificada del alfabeto latino, que consta de los 27 símbolos A, B, C, D, E, F, G, H, I, J, K, L, M, N, Ñ, O, P, Q, R, S, T, U, V, W, X, Y, Z. Asimismo, se emplean también cinco dígrafos para representar otros tantos fonemas: «ch», «ll», «rr», «gu» y «qu», considerados estos dos últimos como variantes posicionales para los fonemas /g/ y /k/. Los dígrafos ch y ll tienen valores fonéticos específicos, por lo que en la Ortografía de la lengua española de 1754 se les comenzó a considerar como letras del alfabeto español y a partir de la publicación de la cuarta edición del Diccionario de la lengua española en 1803 se ordenaron separadamente de c y l, fue durante el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Españolacelebrado en Madrid en 1994, y por recomendación de varios organismos, que se acordó reordenar los dígrafos ch y ll en el lugar que el alfabeto latino universal les asigna, aunque todavía seguían formando parte del abecedario. Con la publicación de la Ortografía de la lengua española de 2010, ambas dejaron de considerarse letras del abecedario. Las vocales (A, E, I, O, U) aceptan, además, el acento agudo para indicar la sílaba acentuada y la diéresis o crema modifica a la «u» en las sílabas «gue», «gui» para indicar su sonoridad: «güe», «güi».
Desarrollada en varias etapas a partir del período alfonsino, la ortografía se estandarizó definitivamente bajo la guía de la Real Academia Española, y ha sufrido escasas modificaciones desde la publicación de la Ortografía de la lengua castellana, de 1854. Las sucesivas decisiones han aplicado criterios a veces fonológicos y a veces etimológicos, dando lugar a un sistema híbrido y fuertemente convencional. Si bien, la correspondencia entre grafía y lenguaje hablado es predecible a partir de la escritura —es decir, un hablante competente es capaz de determinar inequívocamente la pronunciación estimada correcta para casi cualquier texto—, no sucede así a la inversa, existiendo numerosas letras que representan gráficamente fonemas idénticos. Los proyectos de reforma de la grafía en búsqueda de una correspondencia biunívoca, los primeros de los cuales datan del siglo XVII, han sido invariablemente rechazados. La divergencia de la fonología de la lengua entre sus diversos dialectos hace hoy imposible la elaboración de una grafía puramente fonética que refleje adecuadamente la variedad de la lengua; la mayor parte de las propuestas actuales se limitan a la simplificación de los símbolos homófonos que se conservan por razones etimológicas.
Describe de forma exhaustiva el sistema ortográfico de la lengua española, realizando una exposición pormenorizada de las normas que regulan el uso de sus diversos constituyentes. La descripción aborda todos los aspectos del sistema, y no solo aquellos que son fuente de dudas o vacilaciones ortográficas. Su minuciosidad descriptiva y su explicitud permiten resolver numerosos problemas concretos de escritura.
Sin embargo, se tiene que entender que la lengua española sufre modificaciones en su estructura a la hora de estudiarla en el elemento cotidiano. Sobre esto, y para comprender apropiadamente cuál es el tema a tratar en este trabajo, se debe tener noción que lengua es, según la RAE, “un sistema de comunicación verbal propio de una comunidad humana y que cuenta generalmente con escritura” . Una vez se tienen claros estos rudimentos se puede proceder con el estudio de la importancia de las reglas de ortografía en la cotidianeidad y en la vida profesional.
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